Parte 3: For The Love of the Sport (Por el amor al deporte)
«Se habla de mi como si fuera un superhombre, como si no tuviera otra cosa que hacer que sentarme en una moto para ganar. Pero no: yo soy un viejo loco de otra época, vestido de romano y a punto de meterse en una carrera con pilotos que ni siquiera habían nacido cuando yo corría con mis primeras MV. Tengo tanto miedo que estoy enfermo. ¿Qué diablos estoy haciendo aquí en esta maldita isla? ¡Ya lo he hecho antes! ¿Quién me ha metido en este lío?»
Así hablaba Mike Hailwood a Berry Coleman (organizador de la malograda Worlds Series) pocas horas antes de tomar la salida en la prueba de 500 c.c. en la isla de Man en 1979.
El año anterior, Mike había vuelto de su «exilio» en Nueva Zelanda, para correr una vez más en el Tourist Trophy. Mike tenía mucha ilusión en la carrera de Fórmula 1, porque se consideraba siempre un piloto de «cuatro tiempos», pero el mánager de Honda CB, Gerald Davison, se negó a prestar motos, diciendo: «Hailwood está acabado. Si nos pide una moto para una vuelta de exhibición, lo pensaremos, pero no vamos a dejar una moto de Fórmula 1 a un piloto que lleva doce años sin correr en la isla...»
Cuando Davison soltó estas palabras, Hailwood, todavía sin moto de Fórmula 1, estaba en tratos con Yamaha para llevar motos de 250 c.c. y 750 C.C. Pero la reacción de Hailwood fue la de volver a ponerse en contacto con Ducati.
Ducati no tenía «cuatro duros» que poder gastarse en carreras; no tenía presupuesto para velocidad. Pero Fabio Teglioni no iba a dejar a Hailwood sin moto. Hailwood había sido el primer hombre en ganar un G.P. para Ducati... en 1959, y Taglioni no dudó nunca de la habilidad de Hailwood. Los importadores ingleses de Ducati, Coburn y Hughes, coleccionistas de marcas y sin afición hacia la velocidad, no hicieron nada por ayudar (aunque más tarde se aprovecharon los éxitos de Hailwood vendiendo las Ducati «Hailwood Réplica»).
Pero había en Manchester un barbudo quemado y ducatista, llamado Steve Wynn. Wynn se hipotecó hasta el cuello para conseguir para Hailwood una 900 NCR «de fábrica». Pero cuando la moto llegó, encontró que el motor era casi de serie... «Tan de serie que daba pena», dijo Wynn, descubriendo que era virtualmente imposible mejorar el motor 900 SS «de serie». Probaron árboles de levas «Imola» de la moto Wynn, pero Mike dijo que iba mejor con árboles de levas Darmah... con bajos de locomotora. Con válvulas de sobremedida, pistones de alta compresión, cambio de relación cerrada y la culata pulida, la Ducati daba unos 85 CV. de la Honda oficial de Phil Read, campeón reinante de Fórmula 1.
Todos decían que era imposible. Muchos temían que Mike «dañaría la leyenda» al no quedar entre los primeros. Así, Read, considerado como el maestro de la guerra psicológica, se encontró otra vez delante del hombre que siempre le había superado en los Mundiales, y es que Read, todavía en forma, sólo había dejado los GP el año anterior… después de haber luchado manillar con manillar con Sheene en las primeras carreras del 76.
En las primeras sesiones de entrenamiento Read se destacó, mientras Hailwood rodaba a unas cuatro millas por hora menos de promedio. Pero Mick Grant comentó que amigos suyos hablan visto a Hailwood «hacer turismo» por la zona montañosa, rodando a unos 170 kilómetros/hora y sin agacharse en una zona donde la Ducati tendría que haber ido a 240 kilómetro/hora. Hailwood dijo que habla ido lento porque se había olvidado del trazado de las curvas.
¿Durante dos vueltas seguidas?
Read estaba preocupado. Hailwood se estaba guardando algo, tenía algo en reserva. En su penúltima sesión de entrenamientos, Read iba a por todo, registrando un promedio de 175,708 kilómetros/hora contra los 165,891 de Hailwood. Read entró a boxes visiblemente agotado y dijo que se había visto por el suelo un par de veces.
¡Phil había caldo en la trampa! Ahora Mike sabía que Read no podía ir más deprisa que a 175 kilómetros/hora de promedio. Hailwood, con cara de circunstancias, arrancó la Ducati y salió para dar sus dos últimas vueltas. En la segunda rodó en… ¡178,701! nuevo récord de Fórmula-1. Hailwood entró sonriente, tranquilo, saludando los amigos, a quienes dijo que no había apretado mucho.
¡Alucinante! Una Ducati V-2 rodando más deprisa que la Honda tetracilíndrica de fábrica.
Había malas caras en el box de Honda. Read no estaba contento con nada: suspensiones, altura de estriberas, posición, carburación... Phil Read, por primera vez, comprobó que Hailwood seguía siendo el mismo Hailwood de antes, más viejo más calvo, pero ¡increíblemente más rápido! En Fórmula 750, con su Yamaha OW-31, Hailwood llegó incluso a rodar en 180,865 kilómetros/hora, pero dijo que se encontraba mucho más a gusto con la Ducati.
El momento de la verdad
El tiempo era espléndido cuando las motos se alinearon en la calle Glencrutchery para tomar la salida de dos en dos. Read y Joey Dunlop partieron primeros, mientras Hailwood, con el número 12, partió cincuenta segundos después, junto con Ian Richards.
El sol brillaba en el cielo azul de la isla de Man. En Ballacraine los aficionados esperaban, radios en mano y bañados por el sol, la llegada de los pilotos, que habían tomado la salida 11 kilómetros antes en la calle Mayor del pueblo de Douglas.
No hay nada como el silencio en las isla cuando las motos están ya a pocas millas. Cuando ya se sabe que los líderes están cerca, todos apagan sus radios y escuchan. Si alguien sigue escuchándola, otro aficionado dará palmas para llamar la atención. ¡Silencio!
¡Un motor! La Honda, girando a 10.000 r.p.m., con un aullar extraterrestre, sube desde «Greeba Castle», bajando marchas para «Greebba Bridge».
Phil Read, con la roja Honda de fábrica, pasó por «Ballacraines» totalmente agachado y saliendo pegado al bordillo en su desesperado intento de dejar bastante atrás a Hailwood.
Después pasó Dunlop y algunos otros de las primeras parejas, todos con japonesas tetracilíndricas. Entonces fue cuando se oyó el inconfundible rabioso bramar de la Desmo y se vio al hombre del casco dorado, perfectamente acoplado a la moto con un estilo puro y clásico de «los sesenta».
Hailwood había recuperado 20 de los 50 segundos que Read llevaba sobre él y rodaba en primer lugar, según el reloj. Pero la sorpresa llegaba de la mano de Tom Herron (Kawasaki), que ya rodaba segundo sobre el reloj, habiendo sacado 11,6 segundos de Read.
Hailwood no le había tenido en cuenta. Cuando le avisaron por la pizarra al pasar por meta, Hailwood tuvo que dejar de pensar en Read para reaccionar ante el ataque inesperado del irlandés. Hailwood aumentó el ritmo, batiendo el récord de la categoría y sacando 11 segundos a Herron durante la segunda vuelta.
Herron se retiró durante la tercera vuelta con el bastidor roto. Y ya por entonces Hailwood vio delante suyo a Phil Read con la Honda.
Durante muchas millas Mike rodó a rebufo de Read, pero al ver que Read, en su intento de escaparse, estaba rozando los límites, Hailwood le adelantó ¡y se fue!
La Honda que Gerald Davison no había querido prestar al «acabado» de Hailwood rompió una biela al quedarse con poco aceite, y Hailwood ganó con una ventaja de dos minutos sobre el malogrado John Williams.
Según Nick Nichols en su crónica para MOTOCICLISMO, «Al final de los agotadores 363 kilómetros de carrera Mike Hailwood parecía encontrarse relativamente fresco; de hecho, presentaba mejor aspecto con sus treinta y ochos años que cuando corría en los años sesenta.»
«Bien, fue mucho más fácil, dijo más tarde Mike; «no ha sido tan duro como cuando corría en los viejos tiempos». Read, muy cabreado con los mecánicos de Honda por la preparación de su moto, reconoció que había ganado el mejor. Fue directamente al hotel de Hailwood para felicitarle y tomar un trago con él.
«A lo largo de los años Read y yo no hemos sido muy amigos, pero venir a verme así para estrecharme la mano después de una carrera como esta, cuando Honda esperaba que él ganase es cosa de un caballero y un deportista», dijo Hailwood.
El resto de la semana fue fatal para Hailwood. Todas sus Yamaha rompieron: en 250 c.c., 500 c.c. y 750 C.c. Pero todos salieron de la isla contentos, salvo los directivos de Honda. Y Hailwood dijo que volvería en 1979 para defender su título mundial de Fórmula 1.
Pero ocurrieron una serie de desgracias durante 1978 Y 1979 que desanimaron bastante a Mike. Primero murió su padre, el gran Stan Hailwood, el hombre que infundió en él gran parte de su espíritu de lucha. Después se mató John Williams corriendo en Irlanda, y en vísperas del Tourist Trophy de 1979 su amigo Tom Herron perdió la vida con una Suzuki de fábrica en el Ulster. Además, la temporada de Hailwood había empezado cuando Ducati le invito a probar la nueva moto de Fórmula-1.
Animados por la victoria de Hailwood, los directivos de Ducati habían dado luz verde al proyecto de preparar una moto más potente. Pero por razones difíciles de explicar se la prepararon con el cambio al revés... y Hailwood al quedarse en punto muerto a la salida de una curva metió la segunda en vez de la cuarta. La caída fue fuerte, pero sin consecuencias.
Ducati se echó atrás y al final la moto que mandaron a la isla de Man era «semi-oficial» y mal preparada, algo que no hubiera sido así si Taglioni hubiese sido presidente de la fábrica en vez de ingeniero.
Para conseguir que la moto anduviera bien, Steve Wynn tuvo que desmontarla del todo y convertir en «standard» …, como aquella del año anterior. Pero las Honda ya eran más rápidas. La nueva CB 900 F «Bol Dor Replica» estaba homologada, y Honda encontró en Alex George, un veterano con mucha experiencia en la isla, el hombre ideal para reemplazar a Mick Grant, que se había roto la pelvis en el Ulster.
Delante del público más numeroso que jamás había asistido a una carrera en la isla. Mike luchó para el tercer puesto con Haslam (Honda), sin posibilidades de dar caza a las Hondas de George y de Charlie Williams. A mitad de carrera, cuando Hailwood todavía rodaba con Haslam (a pesar de una visible ventaja en velocidad máxima y aceleración), se rompió la quinta marcha de la Ducati. Más tarde también perdería el cuarto puesto cuando la batería se quedó suelta. Tuvo que parar y volver a conectar un cable. Cruzó la meta manteniendo la
batería en su sitio con la pierna, quedando quinto, detrás de George, William, Haslam y Crosby.
Mike estaba muy deprimido. No quería defraudar al público. Le quedan dos oportunidades, 500 c.c. (senior) y Fuerza Libre (classic). Para estas pruebas contaba con la Suzuki RG 500 de 1978 ex Barry Sheene, prestada por Suzuki Texace Heron.
Según una anécdota relatada por un íntimo amigo de Hailwood, Mike estaba tomando un trago en un bar, cuando un aficionado le reconoció y se dirigió hacia él pidiendo que le diera su autógrafo.
Hailwood, un hombre que nunca se consideró un divo y que siempre huía de la popularidad, sonrió y le dijo: «Ah, así que usted piensa que soy aquel superstar de la moto, «Mike the Bike Hailwood». ¿No es así?».
Confundido el hombre, preguntó: «Pero usted es el Hailwood, ¿no?»
Y Mike contestó con una especie de suspiro: «¡No, señor! Le aseguro que yo no soy el hombre que usted busca. ¡Ojalá lo fuese! Mucha gente me confunde de con él; a mí también me gustaría conocer a aquel «Mike the Bike».
Claro que no era «Mike the Bike». «Mike the Bike» era un héroe que jamás había sentido miedo, que siempre ganaba, que jamás tenía dudas ni nervios antes de las carreras.
El Michael Stanley Bailey Hailwood, con treinta y nueve años a cuestas, que sudaba en su hotel horas antes de ganar su última carrera en 1979, era el mismo que había ya ganado nueve títulos mundiales del Continental Circus y uno de Fórmula 1 (más uno de Fórmula 2, y uno de Fórmula 5000 sobre cuatro ruedas). Su decisión de volver a correr después de doce años había causado sensación. Sus mejores amigos le aconsejaron que no lo hiciese, pero cuando él dijo definitivamente que tenía que volver a la isla, todos le ayudaron., ayudaron al hombre de carne y hueso, medio calvo, que cojeaba y que tenía que perder algunos kilos para estar en forma.
Estos amigos le decían a Mike: «Si no ganas puedes destruir tu leyenda».
Y Mike dijo: «No soy leyenda, soy el hombre, me llamo Hailwood. Tengo licencia y me he inscrito en el Tourist Trophy.»
El hombre que había sido la revelación de la temporada in iglesia de 1957 había vuelto a triunfar veintiún años más tarde, y aquella increíble victoria con una Ducati hizo que la leyenda de Mike the Bike, el hombre invencible, llegará a ser aún más duradera.
Así, en 1979, todavía afectado por la muerte de Tom Herron y con ganas de escapar en el primer avión a no sé dónde, Hailwood arrancó al empujón, para ganar con la Suzuki 500c.c. En su última carrera volvió a salir con la «medio litro» y quedó segundo en Fuerza Libre, detrás de Alex George y la Honda 1.000 de fábrica, pero, aunque nunca lo dijo en ninguna entrevista, espectadores en la montaña vieron cómo Mike tuvo la mala suerte de encontrarse detrás de un grupo de tres rezagados con motos rápidas, que luchaban entre ellos sin saber que estorbaban a Hailwood en un intento de recuperar cuatro segundos sobre George. Cuando, por fin, Mike pudo pasar a los tres, le quedaban pocas millas para recuperar los preciosos segundos.
Hailwood quedó segundo, a 3,6 segundos de George, siendo el primero en felicitar al veterano escocés, que nunca ha sido tan bueno en los circuitos permanentes como lo es en la isla de Man. George dijo por los altavoces: «Mike Hailwood es todavía el maestro. Yo he tenido la suerte de disponer de la mejor moto de toda mi vida, y por eso he ganado».
Y George nunca deja que nadie diga que él haya ganado a Mike Hailwood. Según George, la Honda 1.000 ganó a la Suzuki 500.
Y la leyenda siguió. Mike dijo que no pensaba correr en el Ulster, que ya había cumplido su misión, y que quería retirarse para dedicarse a su tienda de motos: “Hailwood y Goulds”, en Birmingham.
Pero el público no aceptó esta decisión. Todos querían ver una carrera entre Hailwood y Barry Sheene, y Hailwood decidió, al fin, aceptar el reto. en Donington Park, en el verano de 1979. «la carrera del siglo» tendría como protagonistas a Wild Hartog, Barry Sheehe y «Mike the Bike» Hailwood.
En los entrenos principales Hailwood rozaba récord del circuito, entonces en poder de Hartog, pero el día antes de la carrera salió de bosex con un juego de «slicks» nuevos, y se rompió la clavícula por varios sitios. Para no decepcionar al público se sometió a una operación de emergencia aquella misma noche y sólo desistió de su idea de correr la mañana siguiente cuando no pudo aguantar el dolor al ponerse el mono de cuero. Dio una vuelta de honor en el Bentley del dueño del circuito y, pálido y dolorido, saludo al gran público que le aplaudía a rabiar.
Pero en la carrera, ganada por Hartog, nadie pudo igualar los tiempos hechos por Hailwood en entrenos privados., aunque Mike insistió que no había hecho tiempos tan rápidos en entrenos. Pero nadie le hizo caso. ¡Y la leyenda siguió!
«El pasado y futuro rey» había vuelto de las páginas amarillas de viejas revistas para ponerse un mono rojo y blanco en vez de aquel Lewis negro, y había cambiado su casco Cromwell y sus gafas por un integral pintado con los colores de Hailwood, blanco y oro.
Rex White, «mánager» de Suzuki, dijo de él: «Con Hailwood como piloto hubiéramos ganado a Kenny Roberts. Mientras Barry Sheene y Steve Parrish se quejaban de la estabilidad de la moto semana tras semana, diciéndonos que no se aguantaba y que era peligrosa, Hailwood la cogió y no pidió más cambios que la altura de los manillares. Dijo que la moto era perfecta, que no tenía nada, y con ella batió el récord de la isla de Man, donde la estabilidad es todo.
Hailwood respondió: «¡Tonterías! Yo soy un viejo. Los punteros de 500 c.c., como Roberts y Sheene me dejarían clavado en un gran premio.»
Pero los ingleses sonrieron y dijeron: «¡Qué modesto es el campeón”»
Chris Carter, de la BBC y periodista muy respetado en el mundo de la velocidad, dijo que Suzuki debía ofrecer una moto de fábrica a Hailwood para respaldar a Sheene y Ferrari en la lucha contra Roberts.
Hailwood repitió por enésima vez que no se consideraba capaz de quedar entre los primeros a nivel mundial, pero nadie volvió a hacerle caso.
Los íntimos amigos Hailwood dicen que Mike se decidió a correr en Donnington contra Sheene y Hartog para ver definitivamente si realmente podía ir con los ases de los setenta.
¿Y qué hubiera pasado si Mike se hubiera acordado de la necesidad de calentar los «slicks» aquel día en Donington?
Mike Hailwood, con cuarenta y un años, salió con el coche para comprar “fish and chips” un viernes por la noche, y la muerte, que nunca pudo con él durante más de veinte años, en las pistas de velocidad, le encontró bajo la lluvia inglesa.
Mike Hailwood ha muerto pero la leyenda no morirá jamás. Todos sabemos, en lo más profundo de nuestras almas, que de no haber sido por aquella tonta caída en Donington Park al no calentar los raros y sofisticados neumáticos sin dibujo… ¡Mike the Bike hubiera ganado!
Sin duda alguna. Y la leyenda sigue intacta.
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