Cuentos del lejano oeste #1

Dennis Noyes
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Cuentos del lejano oeste #1

Por Dennis Noyes

La bomba de Budapest 1990

El otro día escuchaba un pódcast británico sobre MotoGP cuando un invitado, presumiblemente un experto financiero de renombre, me hizo tirar el bolígrafo con el que tomaba notas al otro lado de la habitación... aunque hubiera preferido tirar al experto.

Ahora bien, admito que puedo ser parcial, pero vosotros podéis juzgar. La declaración fue: «Esperemos que la compra de Dorna por Liberty Media permita a esta destacada empresa estadounidense aumentar el valor de MotoGP al nivel que se merece».

En 1990, Dorna Promoción del Deporte S.A. compró a la FIM un paquete de derechos comerciales y televisivos por 30 millones de dólares (unos 72 millones ajustados por inflación). Hoy en día, Liberty Media espera la aprobación de la Comisión Europea para adquirir el 86% de Dorna por 4,6 mil millones de dólares (4.600 millones de dólares).

Eso supone un aumento de más de 60 veces el valor original, y eso es solo por el 86% de la empresa. Por lo tanto, creo que podemos decir con confianza que, bajo la propiedad de Dorna, el valor de MotoGP no ha ido mal.

En el libro Racing Together he documentado mis recuerdos, con declaraciones y anécdotas de Carmelo Ezpeleta y Manel Arroyo, de aquellos primeros tiempos cuando una empresa española, desconocida en el mundo del deporte del motor, causó un verdadero pánico y casi una revolución dentro del paddock al ganar la puja organizada por la FIM por un paquete de derechos comerciales del Mundial. Superaron por muchos millones las ofertas de sus rivales internacionales. Ahora, bajo los cielos azules invernales del cálido desierto de Anza-Borrego, he decidido reflexionar un poco sobre esas experiencias emocionantes y locas, mientras todos los que amamos MotoGP esperamos la decisión de la Comisión Europea sobre la compra de Dorna. Para muchos, los eventos de 1990 pueden parecer historia antigua, pero sin aquellas negociaciones y sin unos negociadores muy hábiles, el Mundial actual no habría alcanzado el nivel que tiene hoy. De eso estoy seguro.

Elegí el título Cuentos del oeste salvaje pensando en la frase en inglés Stories of the Wild West, pero lo cambié a Cuentos del lejano oeste, que encaja mejor con el concepto que conocemos por las viejas películas de vaqueros. La expresión hace referencia a la parte occidental de Estados Unidos durante su época de colonización, cuando las grandes decisiones se tomaban por corazonadas, presentimientos y sin miedo. Y así fue durante los dos primeros años de Dorna.

Ahora bien, Bernie Ecclestone no tenía ni tiene la pinta de un vaquero con dos pistolas, pero nunca anduvo con rodeos: «Mira, yo no hago sociedades y no delego en nadie, y mi palabra es siempre garantía. Si quieres contrato, hago contrato, pero no será ni más ni menos que mi palabra».

Kenny Roberts, un vaquero de verdad, me dijo una vez, cuando yo formaba parte de la «docena de Carmelo», el equipo original de Dorna: «Si alguna vez vas a una reunión en la que se supone que debo estar y no estoy, levántate y vete, porque si no estoy, no hay reunión, a pesar de lo que te digan los que me representan».

Como escribo esto para los seguidores de la página Cinta Americana, sé que la mayoría de vosotros entenderéis mi perspectiva. A finales de los '80, después de correr mi última carrera (coincidiendo con la última edición de las 24 Horas de Montjuïc), pasé de ser jefe de pruebas a enviado especial de Solo Moto al Mundial. Ya había cubierto carreras de GP y también había sido jefe de pruebas en Motociclismo a finales de los setenta y principios de los ochenta, pero hasta que fui elegido presidente de la IRRPA (la Asociación de Periodistas del Mundial), nunca había tratado los aspectos políticos y comerciales de las carreras de GP. De repente, me encontraba asistiendo a conferencias internacionales, acompañando a los funcionarios de la FIM en las inspecciones de circuitos e incluso viajando a Sudáfrica durante el apartheid con Mauricio Flammini y Joseph Zegwaard. En 1987, fui a Laguna Seca con los inspectores de la FIM para evaluar el circuito. Ya no se trataba solo de escribir crónicas o entrevistar a pilotos y jefes de equipo; ahora tenía que cubrir temas políticos, estudiar contratos y entrevistar a personajes poco acostumbrados a responder preguntas. Fue un mundo nuevo para mí... hasta tuve que recordar cómo atarme la corbata.

Dennis, como representante de la IRRPA en la Asamblea de la FIM

Pero el mayor cambio en mi vida coincidió con el mayor cambio en la historia de las carreras de FIM GP cuando asistí al congreso de invierno de la FIM en 1990.

Así lo escribí en el primer capítulo de Racing Together, el libro publicado por Dorna en 2017 sobre sus primeros veinticinco años en el Mundial, que ya son treinta y cinco.

Extracto del Capítulo 1, Racing Together (libro publicado por Dorna Sports en 2017)

El 26 de octubre de 1990, nadie en la Asamblea General de la FIM en Budapest, Hungría, tenía un teléfono móvil. Cuando el recién elegido presidente de la FIM, Jos Vaessen, anunció el nombre de la empresa ganadora en la licitación por los derechos televisivos del GP, varios miembros de la numerosa audiencia se levantaron y se apresuraron a subir por el pasillo en busca de uno de los pocos teléfonos que había en el vestíbulo. La mayoría de los asistentes a ese gran auditorio esperaban que el presidente nombrara a uno de los conocidos postores internacionales de marketing deportivo: Bernie Ecclestone, Mark McCormick o Maurizio Flammini. En su lugar, nombró a una empresa de la que casi nadie en esa Asamblea, que representaba al motociclismo mundial, había oído hablar.

Justo antes de entrar en el auditorio aquel día, el holandés Jaap Timmer, expresidente de la poderosa Comisión de Carreras de Velocidad de la FIM y miembro destacado de la ROPA, la Asociación de Organizadores y Promotores de Carreras de Velocidad, me paró y me preguntó: «¿Conoces una empresa llamada Dorna?». No la conocía, y me dijo: «Pronto la conocerás».


Ahora que lo pienso, me doy cuenta de que había cierto presentimiento en el aire. En el breve intervalo entre la reunión a puerta cerrada del Consejo de Administración y el comienzo de la Asamblea General hubo un ambiente de expectación y, entre los delegados italianos, un nerviosismo visible.

En lugar del habitual bullicio antes de la llamada al orden, la sala del congreso estaba extrañamente en silencio, como aquel silencio cargado de la parrilla en la época de las salidas al empujón.

«Me enorgullece informarles», dijo Vaessen desde la tribuna después de las breves formalidades de apertura, «que la FIM ha recibido una oferta máxima de treinta millones de dólares de la empresa española Dorna Promoción del Deporte».

Se oía un murmullo en la sala: "Wie? ¿Chi? Qui? Quem? ¿Quién?" y de pronto estalló un acalorado debate. Vincenzo Mazza, Secretario General de la Federación Italiana, propuso una votación secreta e inmediata con un voto de sí o no sobre la ampliación del período de licitación para permitir que las empresas aumentaran sus ofertas. Afirmó que una de las empresas había ofrecido treinta y un millones, pero el presidente Vaessen se apresuró a decir, casi a gritos, que no era cierto. Insistió que todas las ofertas recibidas antes de la fecha límite habían sido selladas. Ahora, con un ganador ya anunciado, no permitiría que la Asamblea General votara de nuevo sobre la ampliación del período. En su lugar, Vaessen pidió una votación «para que el presidente y el Consejo de Administración continúen, o no, las negociaciones con Dorna Promoción del Deporte». Un lenguaje tortuoso, pensé; nunca había cubierto una historia como esta.

Aquel día en Budapest, yo estaba como un pez fuera del agua. Como presidente de la IRRPA y porque escribía para una revista española, me sentaba en la «mesa española» y en la prestigiosa compañía de Nicolás Rodil del Valle, presidente de la FIM de 1965 a 1983; Luis Soriano, expresidente de la Federación Española; Jorge Cabezas, vicepresidente de la FIM; y, sentado más cerca de mí, José Antonio Gil, de la Federación Española, en representación de la Federación Chilena.

No entendí el significado, el matiz, de la votación secreta hasta que creo que Jorge Cabezas, sentado cerca, dijo en un susurro: «¡Es un voto de confianza!». Tenía razón. Era, en esencia, si no literalmente, un voto de confianza. Si el voto hubiera ido en su contra, se habría esperado que Vaessen renunciara. Pero el resultado fue de 66 a favor, 17 en contra y cuatro abstenciones, aceptando que continuaran las negociaciones con Dorna.

Al día siguiente, en la reunión del Consejo de Administración, Francesco Zerbi, vicepresidente de la FIM, presentó su dimisión porque el día anterior se había opuesto firmemente al presidente durante el debate sobre los derechos televisivos. Vaessen no aceptó la dimisión y expresó su confianza en su vicepresidente. Ambos se dieron la mano y recibieron el aplauso del consejo. Luego, Vaessen declaró que consideraba el asunto cerrado.

Pero, en realidad, era solo el comienzo de una guerra en los despachos. Durante los dos años siguientes, la acción en pista entre Wayne Rainey, Kevin Schwantz, Wayne Gardner, Eddie Lawson, Mick Doohan, John Kocinski y los demás pilotos de 500cc, 250cc y 125cc emocionaría a las audiencias televisivas y a los espectadores en las gradas. Sin embargo, entre bastidores, hubo una batalla igual de intensa por el control de los intereses comerciales, políticos y deportivos del Mundial.

Años después, me enteré de algo sorprendente: el Consejo de Administración, durante una reunión en la cumbre antes de la Asamblea General del congreso, ya había decidido rechazar la oferta de la empresa de Bernie Ecclestone. El consejo consideró que el control de Ecclestone sobre la Fórmula Uno constituía un conflicto de intereses.
Aquella decisión secreta (como si fuera posible que Bernie no se enterara) solo sirvió para cabrear a Mr. E. y motivarlo a hacer todo lo que estuviera en su poder para evitar que el Mundial cayera en manos de la compañía española. Pero tampoco quería que el campeonato quedara en manos de los italianos.

En el próximo episodio, os contaré el trasfondo de la historia de cómo IRTA, las grandes tabacaleras y, sobre todo, Bernie Ecclestone hicieron todo lo posible para evitar la toma de poder de Dorna... y, en principio, parecía que esta poderosa oposición iba a triunfar, hasta que Dorna fichó al hombre al que Bernie llamaba «el carcelero del Jarama».
De esto hablaremos en el próximo episodio de Cuentos del Lejano Oeste: Una charla con Bernie.

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PARTE II: Una charla con Bernie, abril 1991

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